Resulta muy fácil en estos días empezar a buscar información sobre un nuevo proyecto de negocios, una estrategia de marketing que nos gustaría aplicar y terminar leyendo sobre la importancia de los espejos para Luis XIV en Versailles. Se trata de la procrastinación, una tendencia a la distracción en la que solemos incurrir y que puede convertirse en un mal hábito que limita nuestra productividad.
Si bien puede sonar como un término inventado, procrastinar de acuerdo a la Real Academia Española es sinónimo de diferir, aplazar. Por su origen etimológico con el prefijo latino pro que quiere decir movimiento hacia delante, a favor, cras que quiere decir mañana y tinus que indica una relación entre ambos; puede entenderse que se trata del proceso en que estamos a favor de dejar las cosas para después. Es precisamente aquí que se encuentra la diferencia entre aquellos sucesos exteriores que nos hacen postergar y la intención consciente de evitar las tareas que debemos llevar a cabo sustituyéndolo por actividades más entretenidas pero irrelevantes para con nuestras metas.
La procrastinación suele aparecer como un atentado ante la dificultad de asumir tareas mayores en nuestros momentos de productividad. La mejor forma de evitarla es no evadirla, sino simplificar, planificar, y hacer recesos.
Primero simplificar, porque si tenemos una tarea compleja será mucho más difícil abordarla, por lo que le daremos más vueltas para iniciar. Podemos hacer un desglose de cuáles tareas particulares pueden llevarnos a completar el gran objetivo y el mismo hecho de completar cada una nos dará la energía para la siguiente.
Al momento de definir las pequeñas tareas, es bueno que seamos realistas y evaluemos en qué tiempo podemos lograrlas. Esto nos permitirá desarrollar un plan en un tiempo determinado para ejecutarlo. Siempre ayuda enlistarlas e ir tachando en la medida que vamos superando cada una.
Si bien consideramos que podemos hacerlo todo en tres horas consecutivas, convendría separarlas en intervalos de 30, minutos tomando recesos entre 5 y 10 minutos que podemos utilizar para estirar un poco, tomar un snack. Los intervalos cortos nos ayudan a descansar lo suficiente como para refrescar las ideas sin agotar al cerebro, pero no tomando tanto tiempo como para desconcentrarnos de nuestras tareas. Cabe resaltar que durante el tiempo de trabajo debemos alejar distracciones como el celular, pestañas de entretenimiento en nuestro navegador o buscar la forma de abstraernos de posibles conversaciones a nuestro alrededor.
Aplica estrategias de productividad para evitar que la procrastinación se convierta en un hábito que perjudique el desempeño de tu empresa.