El outplacement o la desvinculación es una práctica de la gestión humana para rescindir contratos laborales sin afectar el desempeño productivo de la compañía y, al mismo tiempo, crear espacios de orientación para la persona objeto de la desvinculación. Algunos estudios denominan esta política como un despido humanizado, que resulta efectivo cuando refuerza la imagen positiva de una empresa y de su ambiente de trabajo.
El interés por su implementación empezó a finales de la década de los 60 y desde entonces se ha notado que al crear espacios de acompañamiento, tanto las personas que se quedaban como las que se van, aumentan su nivel de respeto por la empresa, inclusive incrementaban las cotas de logro y resultados favorables en torno a ella.
En relación, un paso esencial para un buen outplacement es desarrollar protocolos para que los despidos sean lo menos mortificadores posibles, tanto para el colaborador como para quien debe ejecutarlo. Estos documentos deberán, además, especificar las medidas que el personal que se quedará en la organización deberá ejecutar para adaptarse a la ausencia de antiguos miembros del equipo.