Los empleados “tóxicos” son personas talentosas y productivas que exhiben comportamientos dañinos a la organización y que no son fáciles de detectar. Aparentan ser empleados modelo y productivos, pero en la práctica trabajan en contra de la organización, afectando el ambiente de trabajo y la productividad.
El empleado tóxico puede dificultar la labor de gerencia efectiva y puede arrastrar al equipo de trabajo a un precipicio de desmoralización e improductividad.
Cómo identificarlo
Existen algunas actitudes o comportamientos que pueden ser indicadores de un empleado tóxico:
– Negatividad y el culpar a otros de problemas propios.
– Manifestaciones públicas de su descontento con su rol.
– Mover las responsabilidades a otros o considerar innecesaria la ejecución de instrucciones con las que no se está de acuerdo.
– Desviar el curso de las reuniones.
– Gritar o perder los nervios con clientes o colegas.
– Crear la ilusión de pretender trabajar.
– Creatividad para encontrar formas para desviar las situaciones de trabajo hacia áreas de conveniencia personal y no de empresa.
– Sabotaje del trabajo de otros, proveyendo información equivocada o guardándose esta.
En la evaluación y contratación de personal se debe considerar una dimensión adicional, la ciudadanía corporativa de la persona. Si esta es pobre, resultará en una mala contratación. La productividad organizacional será mayor si el candidato es algo menos productivo en lo individual, pero tiene mejor ciudadanía corporativa. Por ello es recomendable contratar con cuidado, tomando el tiempo necesario y salir rápido de las personas equivocadas.