“Aquel que nunca aprendió a obedecer no puede ser un buen comandante”, es una frase atribuida a Aristóteles, probablemente en un contexto más político que económico; pero que no deja de ser importante a la hora de convertirse en un líder.
Los grandes líderes deben ser muy empáticos para poder prever situaciones, encontrar las mejores soluciones y dar los pasos correctos hacia el futuro. De ello, dependerá el desenvolvimiento y desarrollo de quienes comanda y guía.
Ejercer liderazgo no es solamente dar órdenes o instrucciones, es saber comunicarlas efectivamente, para que los empleados no solamente entiendan lo que tienen que hacer, sino que lo acepten como parte del trabajo que rendirá frutos tanto para la empresa como para ellos. Un empresario debe desarrollar excelentes cualidades comunicacionales y esto se logra practicando todos los días, desde que se levanta hasta que se acuesta.
Los líderes saben qué quiere su gente, cuáles son sus anhelos y ayudan a sus trabajadores a conseguirlos. La felicidad de toda una fuerza laboral constituye uno de los pilares más importantes para la productividad del negocio.
El comportamiento también es también fundamental. El dirigente debe dar ejemplo de rectitud, perseverancia, pasión, humildad y más atributos que contagien al personal; no debe mostrarse nunca abatido, decepcionado o molesto frente a las adversidades y mucho menos ante sus empleados, por el contrario, debe demostrar una gran fortaleza emocional.
También hay que saber escuchar a todo el mundo. No importa cómo sean las opiniones ni de quién, en cada mensaje sobre la empresa, producto o persona hay oportunidades de mejora, sean positivos o negativos. Y reconocer la realidad del negocio y las circunstancias ayudan a ser más receptivo.
Por otra parte, los líderes estimulan a los empleados reconociendo su trabajo o postura frente a una situación difícil. Premiar lo bien hecho obliga a todos a esforzarse más. Pero siempre hay que mantenerse al tanto y pendiente del rol de cada quien en la empresa.
Liderar un grupo de empleados o una empresa puede llegar a ser una tarea diaria y de prácticamente de 24 horas. Es un esfuerzo que drena energía y tiempo, por tal razón hay que saber confiar en las personas y delegar. Si ofreces tu confianza a personas que han crecido dentro y con la empresa, das un ejemplo a los demás de la oportunidad que tienen de prosperar y desarrollarse. “El ejemplo no es lo que más influencia a una persona. Es lo único”, dijo Albert Schweitzer, filósofo alemán y Premio Nobel de la Paz.