Cuando dirigimos una empresa, entendemos que tenemos el deber de definir el rumbo y la autoridad para hacer cumplir sus objetivos sin importar cómo, por lo que tratamos de apegarnos a las estrategias gerenciales y a todo cuanto nos aporte a la hora de tomar decisiones. Como dirigentes de la organización, entendemos que todo lo que decimos debe ser realizado al minuto y de la forma más eficiente posible.
En su obra “Cómo ser jefe sin dejar de ser humano”, Bismar Galán (2012), pone de manifiesto que el hecho de que seamos jefes, no significa que debemos olvidar nuestra naturaleza y dejar de ser más humanos.
En este sentido, plantea que para ser jefe, se debe poseer ciertas facultades primarias, “el individuo debe poseer determinadas características innatas y que lo proyecten hacia una posición de dirección”, que luego serían reforzadas a través de la formación, y no el resultado de una improvisación. Para esto, es necesario que reconozca en sí mismo su grado de competencia, capacidades y actitudes, para poder reconocer en los subordinados sus potencialidades y abordar los problemas que se generan en cada jornada, desde una posición más humana.
Galán, insiste en que “las relaciones afectivas del jefe con el resto de los individuos en su entorno social son determinantes para el éxito en su labor”, por lo que respetar el capital humano, favorece el aumento del capital económico. Por ello, es importante que el jefe propicie que sus subordinados desempeñen sus deberes con responsabilidad y no solo por cumplir órdenes, ya que el objetivo es que las actividades de la empresa tomen vida propia a través de los mismos.
Para finalizar, el autor sugiere un decálogo que puede ser variable y adaptado a la necesidad del jefe de una empresa:
- Tenga un plan.
- Piense antes de hablar.
- Tenga iniciativa.
- Convenza con argumentos y con hechos
- Ser coherente.
- Ser transparente.
- Ser discreto.
- Tener voluntad
- Tener flexible
- Ser respetuoso