Nuestro entorno actual se basa en la competitividad. Charles Darwin lo documentó en sus investigaciones biológicas, mostrando que la base de la evolución es la lucha por la existencia.
Las ideas de Darwin trascendieron de manera que se aplican perfectamente a las ciencias sociales y, por tanto, a la economía moderna que se ha desarrollado a partir de la capacidad de cada actor social para sobrepasar a otros, lo que se entiende como competencia.
La importancia del pensamiento de Darwin también derivó de los conceptos de la selección natural o supervivencia del más apto, relacionado con el éxito o fracaso a adaptarse a los cambios, lo que garantiza a su vez mejores o peores probabilidades de perpetuarse en el tiempo.
En el modelo de desarrollo económico se crearon también escenarios nocivos donde la competitividad se volcó hacia una obsesión competitiva, dando lugar a la polarización, desigualdad y prácticas hostiles con la falsa dicotomía de “vencer o morir”.
La pregunta es, cómo puede haber beneficios en la rivalidad, la comparación y la competencia y cómo puede gestionarse desde un ambiente sano, que no perjudique a los grupos o equipos.
Desde Impulsa, te compartimos 3 argumentos valederos para que comprendas y enfoques la competencia desde la perspectiva correcta:
- En primer lugar, entender que la competitividad permite la expansión y la evolución.
La única manera de expandir y evolucionar es con un proceso comparativo de las nuevas ideas, conceptos, técnicas y herramientas de los paradigmas previos.
- En segundo lugar, entender que la competitividad permite elevar tus capacidades y expectativas de ti mismo.
Esto puede compararse en el ámbito deportivo, donde se ejemplifica con mayor claridad este punto. Los atletas están conscientes de que el juego se basa en la competición entre equipos o individuos, y el objetivo es adjudicarse con la mejor puntuación en el menor tiempo o la mejor técnica en la mayor cantidad de torneos.
La competitividad en el mundo deportivo te enseña a competir con tus propios límites y, mejor aún, si ganas, tu rival se vuelve también responsable de tu victoria, al servirte de fuerza opositora para que triunfes o seas más creativo. En este caso, tu rival es un componente positivo que te ayuda a borrar tus propias inseguridades a fin de que des lo mejor de ti. Por consiguiente, quien te enseña a expandirte es tu propio rival, que puede ser externo como interno.
- En tercer lugar, entender que la competitividad permite acelerar la productividad y materializar la ilusión con llegar a las mejores ideas.
De no existir la competitividad, aún existieran las fábricas antiguas donde la división de trabajo se basaba total y únicamente de la mano de obra humana. Gracias a la industrialización, que fue producto de aplicar ciencia y conocimiento en las fábricas, la división de trabajo se volvió en parte mecánica y aceleró la productividad.
Esa rivalidad de ideas evoca la mejor solución que de momento conviene con el propósito de crear más y mejores productos. Ese conflicto evoca la creación de mejores conceptos e ideas.
De pronto, es de tu interés desear que tu competencia o punto de referencia siempre sea lo que consideres mejor en el mercado, para ser tan bueno o mejor que lo anterior. De esta forma, puede gestionarse la competitividad desde un lugar sano, al desear siempre lo mejor y mayor que pueda existir.
La competitividad desde un lugar malsano
Este tipo de competitividad es la opuesta a antes expuesta, ya que la competitividad desde un lugar malsano busca limitar, dominar, arrastrar o monopolizar mercados, eliminando la posibilidad de ofrecer las mejores soluciones para las personas.
Según el gurú Teal Swan, el problema con la competitividad es cuando ves a tu rival como aquello que te impide tener lo que quieres, en vez de verlo como tu oportunidad para inspirarte, motivarte y lograr lo que deseas. O bien, cuando ves algo dentro de ti como la razón por la que no consigues lo que quieres, entonces te haces rival de ti mismo al culparte, lo que te impide avanzar hacia tus objetivos hasta el punto en que pones la atención hacia tu rival, en vez de hacia lo que deseas.